Tras las verjas y los controles militares, los monasterios serbios se preparan para celebrar la Pascua.
En el Oeste de Kosovo, el monasterio de Dečani acoge a una comunidad de 23 monjes procedentes de Serbia, Croacia, Bosnia y Kosovo. Fue el primero de los centros religiosos de Kosovo incluido en la categoría de Patrimonio de la Humanidad, y posteriormente en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro.
Gracias a las gestiones del capitán Costa, intensas y complejas, hemos conseguido permiso para tomar fotografías durante la celebración de la Pascua. Antes, Francesco, un italiano con pinta de monje (aunque él dice que sólo es un ortodoxo comprometido), nos ha enseñado la joya del monasterio: su iglesia decorada con espectaculares frescos.
Stefan, mi amigo serbio que hace las veces de intérprete y guía, me explica algunas claves de la ceremonia: la importancia del ritual, la Trinidad como pilar fundamental, los pequeños detalles en los que he de fijarme.
Llega la noche. Son las 12 y comienza la ceremonia con unos rezos a oscuras. A continuación, los monjes, el pequeño grupo de familiares y algunos peregrinos realizan una procesión por el exterior de la iglesia. Tres vueltas: la Trinidad.
Después de un pequeño rezo a las puertas, éstas se abren de par en par. De dentro emerge un enorme resplandor en la densa oscuridad; decenas de cirios encendidos en candelabros que se mueven armoniosamente. Algunos giran, otros se balancean. !Cristo ha resucitado! gritan los monjes. !Verdaderamente ha resucitado! responden los fieles con voz potente.
En el interior se colocan los peregrinos, hombres a la derecha, mujeres a la izquierda.
Las idas y venidas de los monjes se suceden. Con ropajes blancos, inciensan cada rincón de la iglesia.
La ceremonia termina a las 3:30 de la mañana. El abad de Dečani invita a los presentes al refectorio, a la comida fraterna.
Pero no podemos quedarnos mucho tiempo. A las 4 estamos invitados a la misma ceremonia en el Patriarcado de Peć.
Allí, el obispo Jovan y la pequeña comunidad de monjas celebran una ceremonia interna, antes de la abierta al público, aunque éste no abunda precisamente.
En una de las pequeñas iglesias se reúne la pequeña comitiva, de avanzada edad en su mayoría, a la que se suman algunos empleados del monasterio.
Al alba, emerge un nuevo día, vuelven la calma, los controles, la vigilancia.
La vida sigue en los pequeños monasterios serbios de Kosovo. A la espera de que esta pueda ser la última Pascua sitiada.
May 17th, 2013 - 09:52
Excelente reportaje y curiosísima la celebración. Desde esta Sevilla tan ombliguista a veces, descubrir otras formas de celebración, fe y devoción nos abren la mente. Y aunque no las estemos viviendo, a través de este relato podemos llegar a compartirlas. Gracias.
May 17th, 2013 - 14:42
Gracias Felipe por tus palabras.
Espero que, con un poco de suerte, la publicación del trabajo permita que realidades tan diferentes y poco accesibles sean conocidas por un público amplio. Al menos así podría servirnos para reflexionar sobre lo que nos une: la condición humana, y lo intolerantes que podemos llegar a ser.
Saludos
May 17th, 2013 - 21:00
Un excelente trabajo, con las dificultades propias de la falta de luz, original ojalá se conocieran más detalles para conocernos mejor.
Adelante y felicidades
Dgongar
May 21st, 2013 - 12:35
Belleza que enseña y conmueve. Felicidades Dani. Espero que pueda tener proyección en una publicación en papel. Me encanta la luz interior pero diáfana de las imágenes. Me parece una extraordinaria línea de trabajo. Extender las felicitaciones, a las personas, que allá, sé que te habrán ayudado y acogido como mereces.
May 26th, 2013 - 19:28
Enhorabuena Daniel, por todo el esfuerzo y por el resultado de las fotos (en realidad, nos quedamos con la miel en los labios). A ver si hay un poco de suerte y podemos ver impreso este trabajo, y que además puedas continuar con tu serie de Patrimonio Mundial en peligro. Mucho ánimo.
May 26th, 2013 - 20:14
Gracias Pepe. En ello estamos. Abrazos
May 26th, 2013 - 20:18
Gracias por tus palabras de ánimo. Espero que tanto esfuerzo pueda tener un destino a la altura de toda la gente que me ha ayudado.