Lamento no haber podido escribir este post ayer pero llegué muy tarde al hotel y estaba molido.
Uno de los principales problemas de la población de Belén es su envejecimiento. Esta situación deriva de una serie de circunstancias entre las que destaca el fenómeno de la emigración. Esta tendencia se incia en 1948 y se ha agravado a partir de la segunda Intifada (2000-2005 aprox), cuando el bloqueo israelí ha provocado enormes daños en la economía de las ciudades cisjordanas, especialmente en las situadas en las proximidades de Jerusalén. Con anterioridad, muchos de los habitantes de Belén trabajaban en Jerusalén, obteniendo unos buenos sueldos. Con la construcción del muro y el establecimiento de los controles, la movilidad vino reducida drásticamente, restringiendo las posibilidades de trabajo a la zona palestina. Evidentemente, este hecho supuso una sobreabundancia de mano de obra (especializada en muchas ocasiones) en una zona depauperada por continuos cortes radicales del turismo, fuente principal de ingresos de ciudades como Belén.
Todo este contexto inestable ha provocado un gran éxodo de población fuera de territorio palestino.
La comunidad cristiana es la que mayor índice de emigración ha presentado en los últimos años: sólo desde 2002 hasta 2004 se calcula que 75 familias han abandonado Belén con destino fundamentalmente a Suecia, países de latinoamérica (en especial Chile, El Salvador, República Dominicana) y Europa. La proporción de población cristiana en Belén ha pasado de constuir el 90 % hasta descender en la actualizada a apenas el 20%. Y es que a este contexto económico-político inestable hay que sumar la paulatina discriminación que sufren por parte de la creciente mayoría musulmana, si bien no de forma violenta si mediante la no concesión de ayudas para el desarrollo de proyectos o instituciones.
Así pues, importantes contingentes de cristianos, ante la falta de oportunidades de trabajo y la mala situación general, han partido hacia el exilio, especialmente sectores jóvenes de la población. Por tanto, la media edad de la población cristiana remanente ha sufrido un importante aumento en los últimos años.
Estos sectores poblacionales correspondientes a la tercera edad sufren a su vez una serie de problemas específicos que convierten su situación en muy delicada. De un lado, no existe una clara edad de jubilación (salvo para los funcionarios del gobierno palestino), lo que unido a la inexistencia de seguridad social ni pensiones coloca a este sector en enormes dificultades. Asimismo, la deficiente asistencia médica existente en los territorios palestinos y los costoso tratamientos médicos que requiere este sector de la población inciden aún más sobre estos aspectos.
Durante el día de ayer documenté dos iniciativas relacionadas con el apoyo a los ancianos de Belén. De un lado, acudí al centro Dar Annadwa, de la iglesia luterana en Belén, donde se lleva a cabo el programa Ajyal para el cuidado de personas de más de 50 años. Su responsable, Raeda Mansour, nos introdujo en sus objetivos y nos invitó a asistir a una de las reuniones de los diversos clubs que tienen organizados. Este día era el turno del “bingo game” y allí acudí a tomar algunas fotos y conocer a gente.
Pude constatar que, aunque se trataba de una iniciativa de la iglesia luterana, en este grupo se enontraban incluidos personas de distintos ritos.
Incluso tuve la oportunidad de conocer a Jamil Bishora B., un cristiano ortodoxo que emigró hace 51 años a Chile y cuya familia es de Beit Jala.
Evidentemente, esta iniciativa se encuentra destinada a personas mayores en plenitud de facultades y con el objetivo de hacerles más llevadera su existencia en soledad, pues la mayor parte de sus parientes e hijos emigró.
Caso muy distinto lo representa el segundo de los centros que visité: la sede del Antonian Charitable Society. Se trata de una asociación católica que mantiene una residencia de ancianos en Belén. Actualmente, la Sociedad Antoniana es una de las organizaciones más importantes en Palestina. Se mantiene de los decrecientes donativos que reciben de la misma población porque los residentes no disponen en su mayoría de recursos. De hecho, a pesar de la patente merma física de algunos de los ancianos (actualmente casi todas mujeres), no se trata de un hospital. Además, los asistentes que trabajan con ellos son todos voluntarios y no cobran nada por sus servicios.
Esta circunstancia deriva de la ausencia de tratamientos para sus dolencias en la sanidad palestina y lo costoso que resulta acudir a los hospitales israelíes. Teniendo en cuenta que no existe aquí el concepto de pensión como tal, la mayoría de las familias opta por mantener a los ancianos en sus propias casas aún a pesar de encontrarse gravemente enfermos (incluso en estado de coma).
Este centro tiene una capacidad máxima de 45 personas (actualmente acoge a 30) y es el único de su tipo existente en el área de Belén-Beit Jala-Beit Sahour, con una población total de 120.000 habitantes.